La tormenta, la luz… y los dinosaurios: así fue la boda inolvidable de Laura y David

La tormenta, la luz… y los dinosaurios: la boda inolvidable de Laura y David

Hay días que se quedan grabados para siempre. No solo por lo que ocurre, sino por cómo lo sentimos. La boda de Laura y David fue uno de esos días.


Amaneció con el cielo encapotado, y todo apuntaba a que la ceremonia al aire libre, que llevábamos tiempo imaginando, tendría que cambiar de planes. Y así fue. Salones Mariola decidió trasladar todo al interior… pero nadie, absolutamente nadie, estaba preparado para lo que venía.


Porque a veces, lo que parece un plan B… termina siendo un plan A de película.

La ceremonia se celebró bajo techo, sí, pero la luz que entraba por las ventanas, el ambiente cálido, la decoración perfecta y la emoción de cada palabra dicha, convirtieron ese rincón en un escenario mágico. Fue íntimo, elegante, acogedor… y sobre todo, auténtico. No podríamos haberlo soñado mejor.


Tras el “sí, quiero”, la tormenta nos regaló una tregua. Justo lo que necesitábamos para salir al exterior, respirar hondo y disfrutar de las preciosas instalaciones del lugar. Hicimos un reportaje postceremonia con una luz suave, casi cinematográfica, de esas que solo aparecen tras una gran lluvia. Laura y David brillaban, como si el mundo se hubiera puesto de acuerdo para regalarles ese momento exacto.
Y cuando pensábamos que ya lo habíamos visto todo… llegó el momento del baile nupcial.


Se apagaron las luces. Empezó a sonar la música. Todo el mundo esperaba el típico vals… pero no. Entraron vestidos de dinosaurios. Sí, dinosaurios. Con trajes hinchables, saltando, bailando, riendo. Y el salón entero estalló en aplausos, carcajadas y emoción.

Porque eso es lo que hace única una boda: cuando se rompe el guion y se escribe uno propio.

Laura y David nos dieron una lección de vida: que una boda no se mide por los protocolos, ni por lo perfecto del clima. Se mide por lo que se siente, por cómo se vive, por lo fiel que es a vosotros dos.


Y esta… fue perfecta. Gracias por dejarnos contar vuestra historia. Gracias por recordarnos que el amor, cuando es real, también puede (y debe) ser divertido.

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