Hay bodas que te marcan. Que no son un “trabajo más”, ni un sábado cualquiera. Que te calan. Que se te quedan pegadas aunque lleves mil ya a tus espaldas. Y hace apenas tres semanas vivimos una de esas. Silvia y César no solo se casaron en Caseta Nova, en Castalla. Nos regalaron uno de esos días que te reconcilian con todo: con las historias de amor, con el oficio y con la belleza de lo real, sin aditivos.
Desde que llegamos, supimos que ellos eran otra cosa. No porque tuvieran un timming perfecto ni una decoración de catálogo —que por cierto, estaba preciosa—, sino porque te hacían sentir parte de la historia desde el primer clic. Silvia y César son de esas parejas que no te tratan como “el fotógrafo” o “el del vídeo”. Te miran, te sonríen y sin decirlo te están diciendo: “Haz lo que quieras, esto va a fluir”. Y vaya si fluyó.
La ceremonia civil fue tan sencilla como emocionante. Nada de artificios. Nada de “vamos a hacer esto porque lo vimos en Instagram”. Solo ellos, su gente, una luz dorada que parecía puesta a propósito por el universo y ese brillo en los ojos cuando se dijeron “sí, quiero”. De esas ceremonias en las que no pasa nada y, al mismo tiempo, pasa todo.
Y claro, cuando todo se da con tanta naturalidad, tú solo tienes que estar ahí. Con los cinco sentidos puestos y sin hacer ruido. Nos sentimos más como invitados que como equipo. Sin presionar, sin posar, sin romper la magia con un “ponte aquí”. Solo observando y dejando que la vida pasara delante de la cámara.
Y eso, créenos, se nota. Se nota en las fotos, se nota en el vídeo, se nota en cómo se te eriza la piel cuando estás editando y revives cada momento. Porque cuando hay conexión entre dos personas, de verdad, la cámara solo tiene que seguirles el ritmo.





Después vino el banquete y la fiesta. Y, amigos… qué banquete. Nada de celebraciones de compromiso. Aquí hubo risas de esas que hacen eco, abrazos largos, música con alma y una energía que se te mete dentro. Familia, colegas con ganas de liarla y una pista de baile que no descansó ni un segundo. Y mientras todo eso ocurría, ahí estábamos nosotros, recogiendo cada pedacito de historia sin estorbar. Como quien caza fuegos artificiales con una red invisible.
El espacio, Caseta Nova, puso su parte. Porque tiene ese rollo entre acogedor y elegante que lo hace perfecto. Jardines donde perderse, rincones donde emocionarse y espacio de sobra para que la gente se suelte sin pensar en protocolos. Si estás pensando en casarte por lo civil en Alicante y no sabes por dónde empezar, apunta este nombre, porque es un acierto seguro.
Ahora, con las fotos ya en edición y el vídeo tomando forma, hay algo que no podemos evitar: volver a emocionarnos. No solo por lo bien que quedó todo, que sí, está quedando de escándalo, sino porque detrás hay dos personas que confiaron en nosotros con los ojos cerrados. Que nos dejaron entrar de verdad. Y eso, cuando te dedicas a contar historias con imágenes, vale oro.
Silvia, César, gracias. Por vuestra confianza, por vuestra manera de ser, y por habernos dejado acompañaros en un día tan bestia. Nos morimos de ganas de enseñaros todo, pero mientras tanto… os decimos lo que ya sabéis: lo vuestro ha sido de 10.
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Nosotros estamos aquí para eso. Para contar vuestra historia como realmente fue. ¡Escribenos y te contamos!